Tribuna
Estables en lo inestable
El 2024 ha sido un año convulso y violento, en el que el mundo se ha convertido en un lugar más peligroso

Un joven con una bandera de la 'nueva' Siria. / EL PERIÓDICO
El 2024 ha sido un año convulso y violento, en el que el mundo se ha convertido en un lugar más peligroso. Visto desde Extremadura, podríamos decir que vivimos en un lugar privilegiado, siendo la región más segura de España y con una de las tasas de homicidios más bajas del mundo.
Durante este año, se han arrastrado e intensificado los conflictos que estaban en curso desde el pasado. La guerra de Ucrania ha seguido cobrándose su tributo de vidas ucranianas, rusas y, últimamente, hasta norcoreanas; Israel ha seguido machacando la Franja de Gaza y extendido su castigo al vecino Líbano, ante la pasividad internacional y varios países africanos siguen sus respectivas guerras civiles, con intensidad variable.
Una guerra civil larguísima que acaba de terminar es la de Siria, con la huida del dictador Assad y el mundo descubre ahora la estremecedora brutalidad de su régimen, con más de cien mil ejecutados en las cárceles tras horribles torturas, cifra que a un español no pueden sino recordarle las de Franco. Cuando se escuchan los testimonios de los supervivientes de esas prisiones, se entiende que millones de sirios huyeran hacia Turquía o hacia Europa, y se puede apreciar la inhumanidad de políticos como Orban, que los trataban como si vinieran por gusto o picaresca. Con todo el respeto que merece cualquier persona, no es lo mismo el emigrante ecuatoriano, boliviano o senegalés que viene a Europa buscando una vida mejor que el sirio que venía para salvarla.
A la espera de cómo empiece a manejarse un Trump que vuelve crecido, los principales países europeos luchan con sus contradicciones. En Alemania, Scholz no pudo hacer la cuadratura del círculo de gobernar junto a Verdes y Liberales, y las encuestas pronostican la victoria de Merz, un nostálgico de la época de Kohl, para quien Merkel era demasiado liberal. En Francia, Macron se empeña en ningunear a la izquierda que ganó las elecciones y en sacar por las bravas reformas que sus ciudadanos rechazan.
En ese contexto, España, pese al catastrofismo de la derecha y al ruido “atronador” (Felipe VIdixit) ha mostrado una fortaleza económica que sus vecinos envidian y Sánchez sigue sacando leyes adelante, aunque sea a lo Simeone, partido a partido y en el último minuto, haciendo equilibrios y haciendo rabiar a un Feijóo que desde que se quitó las gafas parece aún más perdido.
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