Tribuna
Camélidos
No olvidemos que 2024 ha sido el Año de los Camélidos. Se aproximan tormentas de arena, pero los oasis no pueden estar lejos

Camélidos. / EL PERIÓDICO
Para las Naciones Unidas, 2024 ha sido el Año Internacional de los Camélidos, animales clave para la subsistencia en más de 90 países. Se alimentan de arbustos espinosos (o sea, lo que no quiere nadie), y de ellos se aprovechan la carne, el pelo, la leche… hasta los excrementos, excelente combustible. Proporcionan ayuda en condiciones desfavorables, como tormentas de arena e inundaciones, gracias a sus labios sellados y al aire que guardan en su estómago.
Por desgracia, de inundaciones hemos aprendido con la dana, y de tormentas también sabemos, aunque no sean de arena. El mapa del espanto se extiende como el de Borges, ocupando todo el terreno representado: Ucrania, Palestina, Siria… y tantos otros conflictos olvidados. Ha vuelto a ganar Trump. No hay escasez de casi nada, dice el biólogo L. Dartnell en su libro Ser humano, lo que nos ha vuelto obesos y conservadores.
Perder dinero nos importa más que ganarlo, por eso los desfavorecidos suelen elegir ser conservadores a protestar por sus derechos. Estamos empachados de democracia. Por encima del paro y la inmigración, la principal preocupación de los españoles es la política, según el CIS, y concretamente el mal comportamiento de los políticos. El 62,7 por ciento no está satisfecho con el funcionamiento de la democracia, aunque no hacemos mucho por cambiarlo. Las elecciones europeas confirmaron un avance de la derecha nacionalista y radical en Francia, Alemania, Austria, Países Bajos e Italia.
Pero no olvidemos que 2024 ha sido el Año de los Camélidos. El término camello proviene del hebreo gamal, que significa recompensar o devolver, porque son animales generosos que siempre hacen lo que se les pide. Para Nietzsche un camello era una de las tres fases que tenía que atravesar una persona para convertirse en superhombre, desde la incapacidad de definirse, y por tanto aguantar todas las cargas, como un camello, pasando por la arrogancia del león, hasta llegar a ser un niño, que elige sus responsabilidades.
Nietzsche nos devuelve la soberanía sobre nuestras actuaciones, nos recuerda que podemos elegir cómo llevamos nuestro sufrimiento o qué queremos soportar para vencerlo. Ha sido un año malo, sí, pero dejemos la queja perpetua y la falsa nostalgia, sigamos creyendo en la democracia, no en el autoritarismo. Hemos atravesado el desierto y tenemos otro por delante. No pinta bien. Respiremos hondo y aguantemos la carga, hasta que podamos convertirnos de nuevo en niños ilusionados con todo por descubrir. Se aproximan tormentas de arena, pero los oasis ya no pueden estar tan lejos.
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