El cambio climático condiciona el desarrollo de Extremadura

Sanidad pide garantizar la salubridad de la zona afectada por dana para evitar infecciones

Sanidad pide garantizar la salubridad de la zona afectada por dana para evitar infecciones

Editorial

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Las terribles consecuencias de la DANA caída esta semana, sobre todo en Valencia, que concentra la mayor parte de los más de 160 muertos, deberían servir para algo más que un doloroso recuerdo y la solidaridad del resto de España con los afectados. Deberíamos, como mínimo, aprender de los errores, que no se cometieron únicamente en el caso de esta semana, sino que se arrastran por parte de los legisladores, incapaces de seguir el paso al cambio climático que provocan los gases de efecto invernadero que, lejos de disminuir, siguen constituyendo la gran amenaza para el futuro del planeta.

El mapa del Ministerio de Transición Ecológica coloca a Extremadura en una posición de teórica tranquilidad, al ser una de las que menos inmuebles quedan expuestos en caso de riadas: más de 5.000, de los que 4.605 son viviendas cuyos habitantes, muy probablemente, vivan ajenos al hecho de que sus casas están construidas en antiguos cauces o ramblas capaces de desatar la destrucción total en pocos minutos en caso de lluvias torrenciales. Desgraciadamente, ese cambio climático aumenta la probabilidad de que se produzcan alteraciones violentas de la atmósfera. El calentamiento global no se traduce simplemente en que haga más calor, exacerba los fenómenos extremos, de forma que la sequía y las olas de calor intensas, seguidas de la descarga de tormentas torrenciales en pocos minutos, pasan de ser algo excepcional en la historia climatológica, para repetirse de forma asidua y virulenta. En definitiva, no estamos totalmente a salvo porque 5.000 hogares son muchas vidas en peligro.

Hace escasas semanas asistíamos, atónitos, a la evacuación de más de un millón de personas en el estado de Florida (Estados Unidos) ante la llegada del huracán Milton y a la actitud contundente de las autoridades ante quienes no querían dejar sus casas, pese a las advertencias. Milton se saldó con 16 muertos. Si, como afirma el experto extremeño entrevistado por EL PERIÓDICO EXTREMADURA, Abel López, nuestras DANAs o gotas frías equivalen a los pavorosos huracanes y tornados de América, tal vez hay que aplicar medidas similares cuando existe un aviso de las autoridades meteorológicas que indica máximo nivel de peligrosidad para la población.

Pero estamos hablando ya, en ese caso, de la última de las medidas en una escala que debe comenzar mucho antes con actuaciones de prevención. A juicio de los expertos, la planificación falla estrepitosamente en unos planes diseñados para cuando las emergencias ya se han producido. Hace falta prevención y más rigor en las ordenanzas y normativas que regulan la construcción de viviendas, aprender de los errores, en lugar de rehacer en el mismo sitio lo que el agua, siguiendo su camino natural, se llevó por delante, porque volverá a repetirse.

La red única de presas y pantanos que salpica Extremadura funciona como red al laminar las avenidas y reducir, mediante la regulación de los embalses, el impacto que tendría la caída de varios cientos de litros de agua por metro cuadrado en un corto transcurso de tiempo, como ha ocurrido en Valencia. Pero ya hemos visto cómo en otras zonas del este afectadas por las inundaciones de esta pasada semana incluso alguna presa ha tenido que desalojar agua al verse rebasada su capacidad de almacenaje. Hay que prevenir con actuaciones eficaces, como la limpieza de cauces en ríos y arroyos cuya suciedad en forma de lodo, ramas y piedras se añaden a la fuerza mortífera del agua. 

Solo puede negar lo evidente el que no quiere ver. El cambio climático está aquí y es mortal. Exige la perfecta coordinación de todas las istraciones, la puesta a punto de planes de verdadera prevención, inversión que contrarreste los efectos de los combustibles fósiles y avanzar en el cuidado de un planeta para que el no existe alternativa. Hay toda una comunidad científica entregada a buscar el camino de vuelta a la esperanza y una sociedad que se merece algo mejor de sus gobernantes que el enfrentamiento. Otra vez el espejo ciudadano ha devuelto una imagen de solidaridad y ayuda al prójimo, mientras los políticos se tiraban los trastos a la cabeza en medio de una tragedia que afecta a miles de familias que han perdido su negocio, su vivienda, su puesto de trabajo o velan en un tanatorio gigante los cuerpos de sus seres queridos ahogados arrastrados por el agua, en el caso de los que han sido ya localizados.

Extremadura, como el resto de España, se ha volcado en auxiliar a tantos afectados. El Gobierno ha declarado zona catastrófica y la Unión Europea ha anunciado ayudas extraordinarias cuando no hace ni siquiera un mes del desbloqueo de mil millones de euros para cinco países de Centroeuropa y el arco mediterráneo afectados, igualmente, por graves inundaciones. Catástrofes que obligan a desviar recursos que deberían servir para avanzar a regiones como Extremadura, en pleno proceso de desarrollo, y, a la vez, tan expuesta como el resto del mundo a los terribles efectos del cambio climático. 

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