Israel y Rusia: las dos varas de medir de Occidente

Una de las desgracias de sufrir el Gobierno que tiene España hoy es, como ocurre con Pedro y el lobo, que cuando afirma algo sensato nadie cree que sea genuino.

Josep Borrell (n. 1947) tuvo que conceder el sábado una entrevista en uno de los programas políticos con más audiencia del país para, tirando del poco prestigio que les quedn a las personas contaminadas por Pedro Sánchez, dar valor a los argumentos razonables que el presidente había malbaratado, días antes, utilizando Eurovisión para tapar los escándalos del PSOE.

El hecho es indudable: Occidente (causante originario de lo que ocurre en Ucrania y Palestina) está dando un trato completamente desnivelado a la participación en sendos conflictos bélicos de Rusia e Israel. Tan desnivelados como desniveladas son las razones de ambas disputas y sus consecuencias.

El conflicto en Ucrania hunde sus raíces en 2014 y, en ciclo largo, en 1991, y se basa en la histórica pertenencia del país a la cultura eslava (el Rus de Kiev, con origen en el s. IX, es la cuna de Rusia), frente al interés de la UE y de EEUU por captar la nación ucraniana para el bloque político-militar euroatlántico. El conflicto histórico y cultural es bilateral y de amplio alcance.

Tenemos, pues, una guerra en Ucrania frente a un genocidio en Gaza; razones históricas y culturales frente a razones ideológicas supremacistas; evidente choque entre bloques en Europa, frente a la unilateralidad de la imposición del estado israelí en territorio palestino; más víctimas rusas que ucranianas frente a las abrumadoras cifras en Palestina

El conflicto en Palestina se remonta a 1947 y, en ciclo largo, a 1917, y tiene una base ideológica y unilateral: el sionismo. Un movimiento ultranacionalista que construyó el artificial estado de Israel en 1948 sobre territorio palestino (con la aquiescencia imperialista de Inglaterra), y que estuvo detrás de la creación del grupo terrorista Hamás para contrarrestar la influencia de la marxista OLP (Organización para la Liberación de Palestina). El atentado de Hamás del 07/10/2023 fue el detonante/excusa del genocidio que Israel está llevando a cabo en Palestina.

En la nueva fase bélica del conflicto Rusia-UE/EEUU, desde febrero de 2022, habrían muerto, según las fuentes, entre 46.000 y 100.000 soldados ucranianos y entre 106.000 y 260.000 militares rusos. En el ataque israelí a Gaza (no puede considerarse «guerra» por el desequilibrio de los contendientes), hay confirmados 53.822 fallecidos palestinos (algunas fuentes los elevan a 186.000, incluyendo muertes indirectas), la inmensa mayoría civiles, incluyendo 17.400 niños, y 409 soldados de Israel. Es decir, con las cifras más bajas: 132 víctimas palestinas por cada una israelí y 23 rusas por cada una ucraniana.

Tenemos, pues, una guerra en Ucrania frente a un genocidio en Gaza; razones históricas y culturales frente a razones ideológicas supremacistas; evidente choque entre bloques en Europa, frente a la unilateralidad de la imposición del estado israelí en territorio palestino; más víctimas rusas que ucranianas frente a las abrumadoras cifras en Palestina.

Sin embargo, Occidente apenas se sale del apoyo más o menos explícito a Israel, mientras denomina al conflicto en Ucrania «la guerra de Putin». Desequilibrio también, pero hacia el lado equivocado.

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