Opinión | Trazos y travesías

Se busca: cocina extremeña a domicilio

Plato de migas.

Plato de migas.

Domingo, el día mitad relajado, mitad anticipatorio del ajetreado porvenir semanal. Son las dos y media de la tarde y se nos ha olvidado sacar algo de comida del congelador. En cualquier caso, subsistir con fiambreras recalentadas un día de reposo y mimos se antoja un plan mediocre. Por lo tanto, la decisión de qué comer y dónde, apunta a la única opción posible en este lugar del mundo y a esta hora: buscar restaurantes de comida a domicilio en una aplicación.

Abrimos una de las que se supone que contiene variedad de la cocina de la zona.

Después de deslizar el dedo hacia arriba y hacia abajo en varias ocasiones, llegamos a la conclusión de que la elección se estrecha cada vez más: sólo se anuncian grandes cadenas de comida rápida y pequeños negocios aislados, también de comida rápida.

En un alarde de optimismo y habiendo pasado quince minutos mirando esa aplicación sin apetecernos nada del tipo de producto que se ofrece, realizamos una búsqueda de restaurantes de cocina típica extremeña que sirvan a domicilio. Tras varias llamadas, la respuesta al otro lado de la línea resulta tan repetitiva como los menús que vimos en la aplicación: «ya no nos renta servir comida a domicilio ni colaboramos con las grandes plataformas que las distribuyen».

Los restaurantes pequeños se enfrentan a la tiranía de la comodidad que estas plataformas ofrecen a costa de su baja calidad y de tirar por tierra la comida tradicional y los procesos lentos. Tampoco pueden permitirse los costes del servicio de reparto, luchar contra gigantes resulta imposible

Los s jóvenes son los principales clientes de las aplicaciones de reparto. Allí están pizzas y hamburguesas con su colorido de feria, sus potenciadores de sabor y sus salsas grasas y chorreantes. Un bocado que se pega al cerebro asegurando más ingestas por venir en grandes cantidades. Algún día, a la vuelta de los treinta, el colesterol y los triglicéridos altos también van a llamar a sus puertas, no se crean.

Por otro lado, los restaurantes pequeños se enfrentan a la tiranía de la comodidad que estas plataformas ofrecen a costa de su baja calidad y de tirar por tierra la comida tradicional y los procesos lentos. Tampoco pueden permitirse los costes del servicio de reparto, luchar contra gigantes resulta imposible.

Como propósito de año nuevo, empiezo a pensar en la posibilidad de restarle algo de pereza al domingo. Madrugar sin excesos, pero con la posibilidad de personarnos en un restaurante si no nos apetece cocinar. A veces se me olvida que la decoración del local, la música ambiente, la disposición de la elaboración culinaria en un plato precioso, y la atención amable y gustosa, también contribuyen a despejar la mente y a reconciliarse un poco con lo irremediable del lunes por llegar.n

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