Crítica musical
Vanesa Martín: poderosa mariposa de Mérida
Las dos horas de concierto de la artista malagueña, con todo vendido y con pedida de mano incluida

Fotogalería | Así fue el concierto de Vanesa Martín en el Teatro Romano de Mérida / Javier Cintas

Me había distanciado de Vanesa Martín porque hay veces que conviene tomar aire. Lo había hecho porque, en tiempos de descomposición, me la bebí tanto que necesitaba vomitar e ingerir después Pepto-Bismol. Han pasado desde entonces 14 años. La noche de este sábado de la purificación de Saturno he vuelto a encontrarme con quien dejé guardada en la guantera durante 168 meses y ha sido un bonito viaje hacia la libertad que ha durado dos horas, aunque desde este momento, paradojas de la vida, quiero más.
La maquinaria
La canción más hermosa de Vanesa Martín se titula 'Polvo de mariposas' y es una metáfora en torno a cómo las relaciones sentimentales pueden ser tan bellas como frágiles. Tiene ese toque de nostalgia y aceptación suficiente como para decirle a tu reloj que las cuerdas han vuelto a hacer 'tic-tac' y que la maquinaria ya funciona. Vanesa ha venido a Mérida, al teatro romano, que es el templo de todos los dioses. Pisa el ruedo, como lo llama ella, y casi a capella desgrana las estrofas de este himno como quien pasa la pólvora antes de disparar. "Yo no pude meterte en la caja de historias pendientes, hablarte bonito mientras te me duermes, quedarme tu tiempo a cambio de nada".
Y Vanesa va in crescendo. "Te sentí tan dentro que a veces presiento que estás a mi lado, me gusta contarte lo que me ha pasado hasta que descubro que he hablado sola. Llegó para irse, como quien viaja a la cola del viento. Me hizo llorar al besarme muy lento". Ovación; la primera. El público (no queda una entrada) en pie. Y ella, de blanco, de pelo negro (qué guapa y qué arte), también en pie. Ceres la mira desde arriba. Cuentan que la hermana de Júpiter tuvo una hija, Proserpina. Un día, el dios Plutón la raptó para casarse con ella y Ceres se puso tan triste que todas las plantas dejaron de crecer en la tierra. Esta noche, un manto de flores ha vuelto a nacer en Augusta Emérita al escuchar tan potente melodía.
Sobre el escenario del Stone&Music Festival, junto a su banda, preside el frons scaenae rodeada de los dos cuerpos de columnas corintias que alcanzan los 30 metros de altura. Vanesa es tan grande que los sobrepasa. Han venido sus padres y sus hermanos a verla y ella confiesa sentirse feliz por estar nuevamente en este lugar "mágico, magnético y especial". Dice que ha llegado para ser parte del refugio de nuestros deseos y nuestras incertidumbres. Y lo consigue sirviendo besos en forma de canciones, pisando escaleras para subir al cielo. Es como si tuviera el poder de darle a todo la vuelta. "No me lo creo", sostiene sus manos en el pecho. Y su legión de seguidores corea "Esa Vane, esa Vane, eh, eh". Poderosa mariposa de Mérida, perseverante, resiliente, capaz de recorrer con sus alas el largo camino hasta alcanzar la meta.
Canta para ganarse la vida pero, también, para encontrar respuestas; que es la mayor suerte con la que te puedes topar: la de tener un empleo que te sirva como rescate frente a los lobos que rastrean tu corazón herido. "Hazme el amor hasta que nos cueste respirar". Vanesa no es la misma que la de 2014 porque ahora le canta al amor desde la gratitud y la serenidad, aunque luego vengan los "tú tas perdío quien soy", que uno también es humano, y sangra.
'No nos supimos querer'
Ha pasado el tiempo y la artista ha crecido. Baila. Se descalza. Vibra. Acordeones y guitarras encajan. Y entonces habla de Sabina, del gran Joaquín. Ella lo hace sin prejuicios porque Joaquín es otro dios romano. Encima, han cantado juntos. "Inteligente, rápido", y muchas cosas más añade Vanesa Martín para definir al maestro. 'No nos supimos querer' da título al dueto, que enseguida los 'melómano sabineros' identificamos: 'Un reloj en la mesilla, una Barbie desconchada, unas fotos amarillas escupiendo realidad'. Solo Sabina puede escribir algo así.
Y después de esto, baja a la orchestra, sube por la cavea, coge aire y vuela. La abrazan, la besan, mientras reclama lo que siente en cada intento y viaja con su cuerpo un corazón despegado del suelo. De entre el público asoma el pequeño Miguel. "Soy tu segundo fan". ¿Y quién es el primero?, pregunta Vanesa. "Mi hermana Lola", responde el niño, chiquito, ocurrente, generoso. Lola se acerca. Los tres se funden en un abrazo y regalan a su artista una cazadora vaquera. Nunca olvidarán este momento.
"Nos quedó irnos de viaje, nos quedó aquel tatuaje". Vuelve la melancolía. Ese mensaje sobre las relaciones imperfectas. 'Tu cuerpo quería más vivir y yo vivir en ti, sin más". No te pude retener. Que a veces nos empeñamos en eso. Error. Que vuelen, que si te valoran, volverán. Y si no, al carrer. El simplismo, muchas veces, lo cura todo.
La diversidad
Asegura Vanesa que 'Tenemos universo de sobra'. En parte, es un alegato en favor de la diversidad. "En algún lugar seguro volveremos a ser libres como son esos amantes que alardean del amor, inventando el amor, sin importarnos lo que diga nadie". Entonces una pareja, dos chicos, se besa. Vanesa canta y el público aplaude, un aplauso sonoro, mientras ellos siguen con ese beso interminable. Se han pedido matrimonio. La artista, con su salero malagueño, ríe y avisa: "Luego, nos invitáis a todos".
Ay, las bodas. Algunos piensan que son el comienzo del fin. Otros que son el comienzo de un principio sin final. Sigamos soñando, no puteemos este momento tan bonito. "Que yo quiero encontrarme en tus ojos, que me ganes y puedas perderme, que me queden algunos antojos y me dejes sabor al pensarte". No hay nadie, esta noche, que pueda frenar enero.

Alberto Manzano
Vanesa Martín es como una tarde de abril y levante. Se nota que a su vida han llegado carnavales y que en su mesa ya no faltan margaritas. Y lo borda ante un público del que forman parte José Ortega Cano y su hija Gloria Camila. Que en este concierto hay para dar y tomar: hasta papel couché de medio pelo. Que para eso el mundo es mundo, que 'aquí cabemos todos o no cabe ni Dios', que cantaría Víctor Manuel. Aprovechando que el Guadiana pasa por Mérida, es momento de recordar a Rocío Jurado, a la más grande, delante del marido y una de las hijas de la chipionera. Cantar 'Mi amante amigo' y salir airosa es la demostración clara de que Vanesa Martín sabe lo que hace. 'Mi amante amigo, me he enamorado como nunca te había dicho. Y ya no puedo compartir nada contigo...' La justificación del infiel tras el ataque de cuernos. Pero que los cuernos son los cuernos y joden. Y punto. Y aquí paz, y después gloria.
Suerte que Vanesa Martín ha venido con alas para poner todo en su sitio con la gira 'Casa mía', aunque al promotor extremeño Carlos Lobo lo llame Lorenzo. Fin del concierto y lo cierto es que el vómito lo ha convertido en una ola de fuego y de caricias, de espuma blanca y rumor de caracola. Ya no hay pena. Hoy dibujo naranjas en atardeceres y tengo una ventana abierta a la orilla del mar, una casa que me llena de luz y de paz. 90 minutos no puede durar el amor. Quiéreme más.
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