EL ANÁLISIS
La contracrónica del clásico: la peligrosa (y maravillosa) adicción a las remontadas

Los jugadores del Barça celebran la victoria al final del partido. / Jordi Cotrina

Remontar lleva implícito un marcador adverso. La afición a las remontadas del Barça parece haber derivado en una adicción, tal que necesitara verse en dificultades para extraer lo mejor de sí mismo. Lo que también significa haberlo hecho muy mal antes. Se llama clásico por lo antiguo y repetitivo que es el duelo entre el Barça y el Madrid, pero más original que el último no puede ser.
No era la primera vez que los blancos se adelantaban en el marcador. Ni tampoco que lo hiciera dos veces. Ni en Barcelona. Ni que fuera el mismo jugador, Kylian Mbappé en este caso, que se forra siempre cuando ve al gran rival delante, que se apuntó un triplete tan inolvidable como testimonial. Ni que se vieran seis goles en la primera mitad. Todo eso ya se ha visto.
No se había visto hasta esta temporada que el Barça le metiera cuatro goles al Madrid en el Bernabéu, en Arabia y en Barcelona, en solo 45 minutos. Tampoco que, tras encajar dos goles en 14 minutos -una novedad que regalara los dos-, metiera cuatro tantos en 30 minutos, hasta voltear el marcador antes del descanso. Jamás se había visto que la hinchada culé empezará a cantar “olé, olé” ya en la primera mitad, liberada de la angustia que se extendió en Montjuic con el prematuro 0-2.
Y que Eric Garcia marque en dos partidos seguidos el pistoletazo de salida para la remontada. Que Lamine Yamal siga presumiendo de anotar en los partidos importantes a los 17 años. Que Raphinha lleve cinco partidos seguidos mojando, con otro doblete al Madrid. Y tampoco se había visto que Fermín celebre un golazo corriendo como un poseso hacia la grada, se hunda Montjuïc, y el árbitro lo anule sin que se escuche ni un solo pito de repulsa; tal vez por la costumbre de tener que asimilar decisiones contrarias.
En realidad, lo que crea adicción es el Barça en sí mismo, esa irreductible capacidad para sobreponerse a las adversidades, a sus errores, a sus debilidades, que las tiene, como lo corrobora esa singular propensión a gestionar derrotas parciales. "Tenemos que corregir algunas cosas, como los goles que regalamos y los goles que fallamos", reconoció Lamine Yamal.
No importa el lugar, no importan las circunstancias no importa el rival: tanto da el Celta como el Benfica. El mérito es que tanto dé en el Metropolitano como el Madrid, al que le ha endosado 16 goles en cuatro partidos.
No hubo ningún cántico de "campeones, campeones". También eso fue extraño.
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