Opinión | El malecón
Isco, bueno y bonito

Isco, tras la derrota del Betis ante el Chelsea. / EFE
“Manque pierda, Isco”. Al menos el Isco actual, toda una revelación a sus 33 años. Lleva 15 en la élite, pero este es el Isco más vivificante, convertido en un líder indiscutible y sin rebajas de servicio. Todo lo contrario. Sostenía Luis Aragonés que algunos futbolistas eran más bonitos que buenos. Quizá, en algún tramo de su carrera, el malagueño encajara en ese patrón. Aunque pocos resisten nueve años en el Real Madrid solo con un goteo de jugadas versallescas. Hoy es mucho más que un jugador para la lírica. No le falta hueso y en cada encuentro merece más de un sombrerazo.
Tras salir del Real Madrid en 2022 todo parecía apuntar a un Isco en regresión, periclitado. No cuajó en el Sánchez Pizjuán, donde un sector le acusaba de un exceso de molicie. En la otra orilla de la capital andaluza, en Heliópolis, Isco ha empastado de maravilla con la tutoría, otra vez, de Manuel Pellegrini. El técnico chileno ya le relanzó como un gran proyecto embrionario en el mejor Málaga que se recuerda. Hay parejas que encajan como un guante. La de Pellegrini e Isco es una de ellas. El Isco bético no ha perdido su vena artística, pero ahora aliñada con tajo, con el pico y la pala, sin absentismos.
Hay mucho en Isco que remite a Pedri, a ese Pedri munificente que suda como una regadera al tiempo que rima como pocos con la pelota. Ambos la miman, distraen cuando conviene para buscar al camarada. O para confundir si fuera preciso. Los dos gobiernan los partidos, marcan la hora y hechizan al personal con su chistera. España los podrá disfrutar juntos en la inminente fase final de la Liga de Naciones.
No es casual que Luis de la Fuente le haya repescado para la selección seis años después. Este Isco nada tiene que ver con aquel partícipe de los 1.114 pases de la Roja frente a Rusia en el Mundial de 2018. Aquel día para el olvido, con una España vacua como nunca, de bostezo en bostezo con la pelota, soba que soba para toda una nadería, Isco fue el cuarto con más pases empachosos (147) tras Sergio Ramos, Koke y Jordi Alba. Aquella España de garrafón se fue de Rusia por la gatera, sin tiqui ni taca. Una versión indigesta de lo que fue. Más chata y elemental, imposible.
Hoy, Isco, con soltura por todo el escenario, rema y rema en la dirección adecuada. Sabe cuándo frenar, cuándo acelerar. Cómo abrochar el juego y poner el tiempo entre paréntesis, y cuándo mirar al frente. No es infrecuente verle activarse en las dos áreas como un gregario más, idóneo para lanzar una contra o para descorchar una trinchera rival.
Personalidad nunca le faltó y en la madurez ha sabido abanderar al “euroBetis” hasta dejarlo en la orilla frente al acaudalado Chelsea. Por suerte para el cuadro verdiblanco, Europa espera de nuevo al Betis de Isco. Por suerte para la Roja, Europa también podrá disfrutar de este Isco tan bonito como bueno.
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