Opinión | Editorial

Extremadura puede y debe liderar el camino hacia la soberanía energética de Europa

El aprovechamiento de la riqueza natural de la región ha de servir como motor de desarrollo

Placas fotovoltaicas.

Placas fotovoltaicas. / UNIVERSIDAD DE EXETER - Archivo

La inclusión de tres proyectos extremeños entre los 47 seleccionados por la Comisión Europea como «estratégicos» para la soberanía energética de la UE demuestra el enorme interés que suscitan los recursos de Extremadura, claves en el nuevo tablero de la geopolítica mundial. Las minas de Aguablanca (Monesterio), Las Navas (Cañaveral) y La Parrilla (Almoharín) son un ejemplo de la enorme riqueza del subsuelo extremeño, en el que se han identificado más de una docena de los elementos denominados ‘críticos’, por su escasez, y por estar mayoritariamente en manos de terceros países en la actualidad. La comunidad autónoma ya era líder en la producción de energías renovables, que no deja de crecer, con un aumento superior al 18%. 

Sabida y reconocida esta realidad, es hora de pasar del mantra del ‘enorme potencial’ que atesora esta tierra para traducirlo en oportunidades que, en anteriores ocasiones, pasaron de largo, condenando a un atraso que seguimos pagando en forma de renta, la más baja de España, y de despoblación. Extremadura tiene a mano encabezar un modelo de desarrollo que priorice la transformación local de las materias primas, generando empleo de calidad y valor añadido. 

La comunidad autónoma lidera la generación de energía fotovoltaica, más de la mitad de su electricidad total, a partir de fuentes renovables, un hito histórico que contribuye a la descarbonización, y, sobre todo, abre la puerta a la industrialización y la creación de puestos de trabajo. Hablamos de cientos de millones en inversión, de miles de empleos cuya calidad, estabilidad y remuneración deben ir asociados al máximo desarrollo de la cadena de producción para que exista una repercusión clara en el nivel de renta.

El objetivo implica la coordinación de esfuerzos entre las istraciones públicas y la empresa privada. La actuación de las primeras es indispensable: la atracción de inversión en negocios va supeditada, por ejemplo, a la potencia energética que reclama Extremadura para hacer factibles los proyectos de polígonos industriales ligados a la alta tecnología, y no hablamos solo de centros de datos, aunque también se incluyan porque ya hay varias peticiones empresariales para instalarse en suelo extremeño. Los nuevos negocios buscan ubicaciones estratégicas, cerca de fuentes de energía como las que ya existen en la región; las necesitan porque, ahora sí, el hecho de estar más cerca del lugar de producción tiene impacto directo sobre la rentabilidad. De ahí la necesidad de que Red Eléctrica cumpla con el anuncio del Ministerio de Transición Ecológica y amplíe la potencia requerida, renovando suministros obsoletos. Cumplir esas proyecciones de futuro a corto y medio plazo es la mejor manera de reordenar un mapa del desarrollo que, décadas atrás, dejó de lado a parte del territorio español, condenando a sus gentes a la emigración.

La pretendida industrialización de vanguardia para Extremadura solo será posible si se cubren necesidades y se garantiza que, además de la extracción de los minerales demandados, en una Europa acuciada por la urgencia de contar con soberanía energética, la cadena de producción, la que genera más valor añadido, tenga lugar en la misma comunidad. Así se multiplicarían la inversión y los empleos, además de asegurar su permanencia en el tiempo, más allá de condicionarla a la obtención pura y dura de recursos.

La cualificación de esos futuros trabajadores es otro de los pilares sobre los que se debe seguir incidiendo, con la progresión de la Formación Profesional Dual y el trabajo de investigación en la Universidad de Extremadura. La alianza con la empresa ayuda a talento y evita la ‘fuga de cerebros’ que, a veces, se anticipa incluso antes de llegar a las fases altas de la educación. Un reciente estudio del sindicato CCOO cifraba en un 45% el porcentaje de extremeños que aún se van fuera de su comunidad para realizar estudios universitarios. Urge reforzar, pues, el sistema de enseñanza para contar con la mano de obra de alta cualificación que exige un mercado basado en la innovación. La formación y acreditación de competencias profesionales deben ser una prioridad para que los trabajadores locales puedan adaptarse a las demandas de estos sectores emergentes.

EL PERIÓDICO EXTREMADURA concentró algunas de estas demandas entre los invitados y ponentes del foro sobre energías renovables Futuribles, celebrado esta misma semana. En la jornada pudieron conocerse más de cerca exitosos proyectos impulsados en la región por parte de jóvenes formados, con ilusión, y que creen en las posibilidades de su tierra. Son ejemplos que sirven de inspiración para convencer tanto a responsables políticos como inversores y futuros emprendedores de que, incluso en un escenario tan hostil a priori como el actual, es posible la esperanza. Por contradictorio que pueda parecer que esas oportunidades nazcan con el telón de fondo de las tensiones internacionales e incluso alrededor de una industria armamentística que, no nos engañemos, es necesaria para la defensa de los valores sobre los que se asienta la construcción de Europa. Un grupo de países ha vuelto la mirada a Extremadura en busca de su riqueza natural como aliada para la prosperidad y la seguridad del continente.

Uno de esos valores, el equilibrio entre los diversos territorios, también debe primar en esta etapa. El aprovechamiento de la riqueza natural de Extremadura ha de servir como motor de desarrollo que beneficie a sus habitantes y contribuya a un futuro más verde y justo. En un modelo que combine innovación, sostenibilidad y justicia social, Extremadura puede y debe liderar los cambios que ya están aquí.  

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