Opinión | Textamentos
El salario es el trabajo
Ya solo queda atemperar los sueños de grandeza, tan presentes en los nuevos autores

Un libro al viento
Alonso Guerrero recupera en su último libro, La imitación (De la Luna Libros, 2024), una cita lapidaria de Robert Louis Stevenson que alude al oficio del escritor: «El salario es el trabajo». Estoy de acuerdo con ese concepto; no en vano, he escrito en más de una ocasión sobre ello, aunque sin alcanzar la brevedad ni la síntesis (solo cinco palabras) con las que el escritor inglés dicta sentencia sobre un tema que no es para mí desconocido.
La idea de que en la escritura el premio es la propia escritura sintoniza con la máxima poética de Kavafis de que «Lo importante es el viaje, no el destino» y, a su vez, con «La vida es lo que ocurre mientras haces planes», de John Lennon, que dejó de hacer planes cuando un loco armado se interpuso en su camino.
Estas frases alentadoras que pretenden liberar al hombre de la cansina obligación de afanarse en conseguir el triunfo (en las letras, en el viaje, en la vida) nos atan, por otro lado, a unas cadenas difíciles de cortar, en tanto que se nos pide aceptar las cosas tal como vienen, algo que no casa bien con el instinto de supervivencia (y de superación personal) del ser humano.
Escribir no es, por tanto, flor de un día, y damos por hecho que nunca se agotará la pulsión por escribir, sea para asentar una medida de cebada, pergeñar un poema de amor o levantar una novela catedralicia de 800 páginas. En la historia del ser humano la escritura es ese rayo que no cesa.
Retomando el oficio de escribir, el primer texto del que se tiene constancia, datado en torno al año 3400 a.C., encontrado en las ruinas de la ciudad mesopotámica de Uruk, era un prosaico apunte contable sobre medidas de cebada. Escribir no es, por tanto, flor de un día, y damos por hecho que nunca se agotará la pulsión por escribir, sea para asentar una medida de cebada, pergeñar un poema de amor o levantar una novela catedralicia de 800 páginas. En la historia del ser humano la escritura es ese rayo que no cesa.
Ya solo queda atemperar los sueños de grandeza, tan presentes en los nuevos autores, e interiorizar con deportividad que, en la inmensa mayoría de los casos, para el escritor el salario es y será siempre el trabajo… y nada más que el trabajo.
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