Opinión | Macondo en el retrovisor
'Desblanquear' el alcohol
Dejar de blanquear el alcohol y de asociarlo al ocio y a la diversión son dos asignaturas pendientes en España. Para que los jóvenes decidan no beber por elección propia, como está pasando en otros países, no por la amenaza de multas o castigos, sino de manera informada y libre

Lucha contra el alcohol. / EL PERIÓDICO
Hay cosas en nuestro país como conducir o beber alcohol, que son consideradas cotidianas y por eso la inmensa mayoría tiene libre a ellas con pocos impedimentos más allá de la edad, al menos en teoría. Las dos, sin embargo, deberían llevar aparejadas no sólo más filtros, sino también una gran cantidad de letra pequeña. La primera, por razones obvias, el simple hecho de que cualquiera puede aprender a manejar con relativa facilidad un coche no quiere decir que todos sean mentalmente aptos para hacerlo, sin ser un peligro para ellos mismos o para los demás. La segunda, es tal vez más grave, porque ahí no hay cribas, no hay teoría previa, ni prácticas ni exámenes que valgan, por lo que el a la bebida es mucho más fácil, los jóvenes empieza cada vez más pronto, y la aceptación social de su consumo es total.
Por eso es importante que el Consejo de Ministros diera por fin luz verde a la primera norma que trata de regular y disminuir el consumo de alcohol entre niños y adolescentes. Una legislación que será pionera, ya que es la primera de ámbito nacional y que como bien señalaba la semana pasada la ministra de Sanidad, Mónica García, es «tan urgente como necesaria».
La normativa prohibirá muchas cosas, que en principio el sentido común debería haber evitado desde hace mucho tiempo. Como el consumo de alcohol (también en adultos) en espacios donde la presencia de menores sea mayoritaria, como centros educativos, deportivos o de ocio durante los tiempos que están específicamente concebidos para ellos. También prohíbe la venta y exposición de bebidas alcohólicas en establecimientos que están destinados principalmente a menores. Y se controlará que la publicidad de este tipo de sustancias no esté dirigida a ellos, ni use imágenes, mensajes o términos que minimicen sus riesgos para la salud y los asocien con la infancia o la juventud.
Como siempre, habrá quien considere la medida exagerada o extrema y sin embargo, los últimos datos de la Encuesta Estatal sobre Uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias en España reflejan que el alcohol es la sustancia psicoactiva de consumo más generalizado entre estudiantes de 14 y 18 años. Y el 93% de ellos afirma que pese a las restricciones existentes, el a las bebidas alcohólicas en supermercados, tiendas y bares es casi libre.
Pero lo cierto es que, aunque la legislación sea necesaria, nada va a cambiar si no revisamos nuestra cultura y tolerancia al alcohol. Vivimos en un país dónde lo primero que se le ofrece a una visita al llegar a casa es una cerveza. Hay pocos hogares que no cuenten con unas cuantas en la nevera. Pero además, hay vino, y alguna que otra botella de ginebra, whiskey o ron, para el sábado por la noche o cuando se tercie. Y los más tradicionales aún conservan su botellita de anís del mono o de coñac.
Las celebraciones, sean de lo que sean, y con más o menos gente, no lo son para muchos si no se tiene una copa en la mano; lo mismo, que cualquier reunión familiar o ‘quedada’, porque los españoles somos bebedores sociales. Y aunque también sabemos de ese fulanito de tal que se toma su carajillo o su sol y sombra él solito en el bar a las 9 de la mañana, la mayoría somos más de compartir cañas con amigos y conocidos, mientras comentamos el último cotilleo o nos quejamos de esto y de lo otro, sin intención alguna de cambiar nada.
Pocas cosas son tan complicadas como predicar con la palabra y no con el ejemplo cuando se trata de cuestiones como ésta. Y ese es el talón de Aquiles sobre el que hay que trabajar, porque la ley es necesaria y oportuna, pero de nada va a servir si no se pone un acento gigantesco en la Educación. Porque, como en todo, la consciencia de los riesgos de adicción, las implicaciones y las consecuencias del consumo de alcohol, sobre todo si no es de forma moderada, son claves a la hora de que un chaval de 15 años le diga que no al amigo que le tiende el quinto cubata.
Dejar de blanquear el alcohol y de asociarlo al ocio y a la diversión son dos asignaturas pendientes en España. Para que los jóvenes decidan no beber por elección propia, como está pasando en otros países, no por la amenaza de multas o castigos, sino de manera informada y libre.
Aracely R. Robustillo es periodista.
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