Opinión | EL TRASLUZ
Paciencia con el caos
Paciencia con el caos / Shutterstock
Hay novelas que nacieron siendo malas y que con el tiempo llegaron a ser buenas. A veces cuesta llegar a ser bueno. Aunque también a ser malo. Significa que no sabemos nada. Muchos historiadores aseguran que gracias a las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki se terminó la guerra. Que valieron la pena, en fin. A mí me parece que no, pero es que a mí sigue sin gustarme mucho El gran Gatsby. El caso es que las reglas del juego cambian de continuo y hoy engorda lo mismo que ayer adelgazaba. A los políticos y a los jefes de Estado también los hace buenos o malos el calendario (ahí están el finado Adolfo Suárez, el alucinante Juan Carlos I, o el mismísimo Felipe González, que constituyen una mezcla heterogénea de lo que mejora o empeora desde la perspectiva histórica).
O sea, que hay que tener paciencia con el caos. Lo decía mi madre cuando no nos tocaba la lotería de Navidad:
-Será que no nos conviene.
Estaba escuchando una tertulia radiofónica sobre el problema de la vivienda y un tertuliano opinó lo mismo que mi madre, aunque con otras palabras. Dijo que no convenía intervenir políticamente ese mercado. Yo he escrito “mercado” con minúsculas, pero me dio la impresión de que él pronunciaba la palabra con mayúsculas. Mercado, como Dios. El Mercado es muy sensible al intervencionismo estatal, excepto cuando se halla en apuros. Me viene a la memoria la época en la que los ciudadanos tuvimos que salvar con nuestros impuestos a la banca, que todavía no nos ha dado las gracias. ¿Lo ven? El intervencionismo, como algunas novelas, mejora o empeora según las épocas. Mejora hasta que los fondos buitres dicen:
-Déjennoslo a nosotros.
Otro tertuliano del programa informó de que el problema de la vivienda no era exclusivo de España, como dando a entender que se trataba de una contrariedad atmosférica. Pero es que las catástrofes climáticas, pensé yo, empiezan a tener responsables públicos. O no. No tengo ni idea. Vivimos en un estado de confusión en el que resulta normal que la macroeconomía vaya como un tiro y nosotros vayamos como si nos lo hubieran pegado (el tiro). Será que nos conviene, o que no nos conviene. Feliz año.
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