Opinión | Editorial

La cumbre ibérica mantiene la incertidumbre del AVE extremeño

Pese a los anuncios del Gobierno español, sigue sin haber un calendario consensuado con Portugal y un plan de ejecución claro de una infraestructura vital para la comunidad

XXXV Cumbre Hispano-Lusa

XXXV Cumbre Hispano-Lusa

Mucho se esperaba de la cumbre ibérica celebrada el pasado miércoles en la ciudad portuguesa de Faro. Pero tras las declaraciones de los presidentes de Gobierno de España y Portugal, las incertidumbres que rodean a la puesta en servicio de la línea de alta velocidad Lisboa-Badajoz-Cáceres-Madrid continúan sin despejarse. Ni calendario, ni planificación presupuestaria e incluso cierta ceremonia de la confusión en cuanto a las prioridades a uno y otro lado de la frontera han dejado descontentos de sur a norte en la Raya.

Apenas un día antes de la reunión al máximo nivel, el ministro de Transportes español, Óscar Puente, afirmaba con rotundidad en el Senado que el tren a Portugal por Extremadura se completará en 2030. Esa misma promesa, con carácter oficial, la hizo el presidente Pedro Sánchez junto a su homólogo portugués Luís Montenegro. Pero ese, en teoría, avance sobre anteriores noticias de retrasos hasta 2032 e incluso a 2034 parece tener letra pequeña. Las fechas esgrimidas con tanta contundencia por parte del presidente del Gobierno español y su ministro se refieren a la culminación del tramo español, donde ya está en servicio y funciona electrificado el servicio entre Badajoz y Plasencia.

Y ya eso sería un logro ante los tramos que retrasan la comunicación con Madrid, más de 200 kilómetros por construir en el paso por Castilla-La Mancha y el conflicto en Navalmoral de la Mata por el soterramiento de la vía, que se dan por solucionados para dentro de cinco años. Salvo que todo un lustro es un plazo lejano para los s y del todo remoto en los volátiles tiempos que se marcan en política. Así lo demuestran las sucesivas fechas que se han lanzado, tanto por este Ejecutivo como por anteriores, independientemente de su signo político. Hemos visto demasiadas veces cómo los partidos se colocan en una posición y en la contraria, según el resultado de las elecciones los aúpe al Gobierno o los siente en el banquillo de la oposición. La memoria de los electores suele ser corta, incluso cuando median cuestiones trascendentales para la vertebración del territorio, como es el caso.

Demasiadas palabras y poca acción ensombrecen las expectativas de crecimiento de una región, necesitada de infraestructuras que completen el mapa tal y como exige Europa, que conecten y vertebren territorios cuyo desarrollo está aún pendiente

Sin más datos que una fecha, caben, por tanto, todo tipo de especulaciones. Y una certeza: Portugal parece perder interés por la conexión entre Lisboa y Madrid por Badajoz, a pesar de lo avanzado en la raya, en el tramo entre Évora y Elvas, 96 kilómetros a punto de entrar en servicio. Pero queda la parte más complicada hasta Lisboa, incluida la construcción de un puente sobre el Tajo, cuyo estudio informativo se prevé concluir, justamente, en 2030. En este contexto de dificultades llegan las palabras pronunciadas por el portugués Montenegro, nacido en Oporto, que fuera alcalde de la localidad aledaña de Espinho y diputado en la Asamblea Metropolitana de Oporto. Si el anterior gobierno luso de Antonio Costa parecía decidido a impulsar la conexión por el sur entre Lisboa y Madrid, mientras el eje del norte había llegado, incluso, a quedar arrinconado en los años más duros de la crisis económica, el primer ministro portugués ha dejado claro que su prioridad es la línea Oporto-Vigo. En realidad, esa apuesta busca una conexión rápida de la capital lusa con la ciudad más industrial del norte portugués, además de una salida más adelantada hacia Europa. Paradójicamente, tampoco los gallegos están contentos, puesto que Sánchez sitúa ese enlace en 2032. Y eso que Galicia saca varios cuerpos a las demás comunidades autónomas fronterizas con las excelentes relaciones establecidas a través de la Eurorregión con el norte luso, toda una lección de cooperación rayana de la que conviene tomar buena nota.

En medio de este galimatías, la frustración es la tónica dominante en Extremadura porque la definición está pendiente de una nueva reunión, una más. Ni siquiera en la reunión entre Sánchez y Guardiola del viernes trascendieron los pasos concretos para avanzar en La Mancha, al menos aquellos para los que Extremadura reclama celeridad por ser los menos complejos. Demasiadas palabras y poca acción ensombrecen las expectativas de crecimiento de una región, necesitada de infraestructuras que completen el mapa tal y como exige Europa, que conecten y vertebren territorios cuyo desarrollo está aún pendiente.

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