Opinión | Desde el norte
El infierno en tu propia casa
Los niños que sufren abusos necesitan a un adulto que les rescate, que les mire de verdad y vea en sus ojos lo que quizás no cuente por miedo o vergüenza
Este miércoles, 8 de marzo, es el Día Internacional de la Mujer y seguro que durante estos días se va a hablar mucho de lo que hemos conseguido, pero sobre todo, de lo que aún falta por lograr, de las numerosas brechas y barreras que aún hay que sortear. Todas se conocen bien gracias a años de visibilización y protestas y lucha. Por eso, hoy no voy a hablar de la mujer sino de los niños, del abuso sexual infantil.
Ha dicho el escritor Alejandro Palomas en este mismo periódico que, actualmente, el mayor número de abusos se da en la familia y vivirlo es un infierno. Él los sufrió por parte de un religioso, pero gracias a personas como él y a otras tantas anónimas que los han venido denunciando a lo largo de los años, y por qué no también a los medios de comunicación que los han difundido, se ha conseguido igualmente una gran visibilización. Incluso el Papa se ha pronunciado claramente sobre el tema.
Pero ¿quién visibiliza los abusos a la infancia? Las mujeres son un colectivo de adultas, dispuestas a movilizarse, a manifestarse, a gritar sus problemas. Pero los niños no. A quienes más cerca tienen es a sus familiares y si el abuso parte de alguno de ellos, ¿cómo salen de ese círculo, a quién se lo cuentan?
No puedo imaginar lo que debe de pasar por la cabeza de un niño, que aún no tiene todo su cerebro desarrollado ni tiene armas para defenderse, sufriendo esa situación. Necesitan a un adulto que les rescate, que les mire de verdad y vea en sus ojos lo que quizás no cuente por miedo o vergüenza.
Ese adulto puede ser otro familiar, un maestro, el de la tienda de chuches, un vecino, cualquiera que tenga trato con el niño y vea que algo no cuadra.
No digo que nos lanzemos todos a denunciar abusos sexuales si vemos a un niño triste, pero sí que observemos más, sobre todo quienes tienen niños cerca, porque esas cosas tienen que detectarse. No me puedo creer que el dolor no se refleje en su cara, su actitud...
Así que padres, tíos, abuelos, vecinos, maestros, cuerpos de seguridad, políticos... Va siendo hora de fijarse en los niños y ayudar para que ese infierno que sufren muchos se termine. Denunciando casos que a veces se callan, investigando, visibilizando, acorralando a quienes abusan y sancionando con las mayores penas a los abusadores y violadores de niños. Nos necesitan.
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