Fariñas y Cobos, el Cáceres y el Cacereño

En más de una ocasión he preguntado a Martín Fariñas, el técnico del extinto Cáceres CB que lideró el milagroso ascenso a la ACB, máxima categoría del baloncesto nacional, qué hizo aquella noche del 10 de mayo de 1992. El protagonista de aquello, un tipo carismático donde los haya, me ha contado que no se desmelenó en absoluto, como hicimos muchos ese inolvidable día para los anales del deporte extremeño. Cuenta el de Alcántara, actual presidente de la Federación Extremeña, que volvió a su casa con su mujer y que, muy tranquilo, se puso a ver la tele como otro día cualquiera y que a la hora de dormir procedió a ello sin más estridencias.

Nada especial, nada, hizo tampoco Julio Cobos tras el apoteósico ascenso del sábado. Este lunes me contaba, distendido, que llamó a su mujer para que pusiera en el frigorífico un par de cervezas «bien fresquitas» para cuando él llegara. Luego se pusieron a charlar del partido. Ella no suele verlos por ponerse muy nerviosa. Tal cual. No hubo mucho más. Respirar y gozar del momento.

Fariñas es mucho más extrovertido que Cobos, pero ambos tienen similitudes evidentes. Los dos son, sobre todo, currantes y humildes. Además, nunca quieren ser protagonistas en su trabajo. Diría que quizá, en el fondo, son hasta tímidos. 

Así vivió Cáceres y la afición del Cacereño el ascenso

No seré yo quien se ponga una medalla a la hora de defender al técnico del Cacereño, al que el sábado corearon quizá incluso alguno de sus críticos. De hecho, ahí está la hemeroteca de este periódico para demostrar qué es lo que he pensado siempre de él, críticas puntuales incluidas. Lo que sí tengo que subrayar ahora es que, lejos de las supersticiones (que haberlas haylas) de este entrenador hay que destacar su tremendo sentimiento de pertenencia al Cacereño. Él, en realidad, es el escudo (con perdón del gran Clausí), la referencia del C. Y eso es mucho. Eso es muchísimo.

Cobos y Fariñas, Fariñas y Cobos, han hecho felices a Cáceres. Gloriosas gracias a ambos.

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