Baloncesto. Segunda FEB
Caras larguísimas tras el Cáceres-Huesca, una tarde para olvidar
El club verdinegro intentó mejorar el ambiente con la presentación en el descanso de la parte de su cantera instalada en el Colegio San Antonio y lo logró, pero el incansable apoyo del público no se tradujo en la remontada. Adriá Alonso intentó mostrar serenidad tras la eliminación y dijo que era una decepción.

Adriá Alonso, de espaldas. / Carlos Gil

El antepalco del Multiusos era, tras el partido, poco menos que una sala de esas minimalistas de los tanatorios modernos. Directivos, técnicos y agregados intentaban consolarse mutuamente en lo que sin duda era una de las tardes más tristes de la historia del Cáceres Patrimonio de la Humanidad desde su fundación, en 2007.
Apareció Adriá Alonso para intentar explicar lo sucedido. Mostró bastante serenidad, sobre todo teniendo en cuenta que acababa de escurrírsele entre los dedos la oportunidad de su vida como entrenador. Llegó a Cáceres con una misión y no la ha cumplido, aunque dejó caer que no había sido un fracaso, sino «decepción». Aludió a la lesión de Erikas Kalinicenko, a los problemas físicos que arrastran varios de sus compañeros y también a que «no se sabe todo», muy en plan críptico.

Dani Rodríguez saluda al público al final. / Carlos Gil
«Una máxima que me propuse fue que al acabar la temporada, cuando volviera a casa, quería estar tranquilo con que me había vaciado. Creo que lo hemos dado todo, incluyendo mi cuerpo técnico y la junta directiva», afirmó, con adagio habitual en estas ocasiones de que «esto es deporte y al final hay uno que gana y otro que pierde». Terminó y fundió en un abrazo especialmente lago con Abelardo Martín, uno de los grandes impulsores de club.
Acababa así una tarde en la que el Cáceres había intentado mejorar el ambiente con la convocatoria de la presentación de la parte de su cantera que mantiene en el Colegio San Antonio. Muy aplaudidos los niños, por supuesto, incluso desde el sector de la grada donde se ubicaron unos 40 seguidores oscenses, que se marcharon bien felices.

Edu Gatell, exhausto. / Carlos Gil
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