vivan los novios
Despedida de soltero
Despedida de soltero. / EL PERIÓDICO
José Antonio Barquilla Mateos
Y de soltera. La fiesta única, extraordinaria a la que nunca había asistido, una fiesta sencilla llena de proyectos, los novios van a dejar de serlo y todo es alegría, música, entremeses, bebidas, improvisaciones y bromas que vienen al caso. Y estas celebraciones al margen las noticias habituales, el día a día, todo tan difícil, a veces, tan cotidiano y a veces tan aburrido y cualquier cosa, o actos como estos que marcan como un principio de algo, un aliento de vida, como que todo sigue sus cauces normales, dan la sensación de que en la vida nada ha cambiado y las cosas son como siempre han sido.
Una pareja que va a casarse y celebran su despedida de soltero, de soltera, en una nave muy grande que se convierte en salón de baile, en comedor, donde todo es camaradería y alegría por la nueva vida que se va a formar con esa pareja de novios, y los familiares y amigos se juntan, se alegran, disfrutan, y viven la fiesta, cada uno a su manera, gente muy de estar ahí, inventar juegos que vienen al caso, cantar, bailar, beber, y el altavoz retumbando en la enorme nave, y yo no entiendo nada de lo que dicen, porque dan muchas voces al micrófono, y me siento ante la larga mesa, después de haber cenado, o más bien haber picoteado, con unas cervezas, y ya digo, sentado mirando a quienes no paran de inventar juegos, cosas, cuando ya la noche se asoma al portalón abierto de la nave, y la luna parece asombrada en el azul oscuro del firmamento y brillan tan distante las estrellas sobre el pico del Puerto tan lleno de noche.
Así que la fiesta sigue cada vez más viva, la música alegra el evento y la cerveza fresca también.
Yo, ya digo, aquí sentado escribiendo este artículo y deseando desde aquí infinitas felicidades a los novios, Ernesto y Asun.
Hay gente que no se cansa, y eso está bien. Son jóvenes y juegan al juego de la silla, con la música «Despacito» de fondo. Se suben en las sillas, cuando paran la música; se lo pasan a lo grande y el pueblo, tras el portalón, está como asombrado, roto el silencio, oscuro de las calles de siempre, punteada de luces antiguas que hablan de confidencias y cuentos en las noches de veranos como de los años sesenta, cuando la oscuridad de aquellas noches sin televisión, estaba llena de grillos de campo y de soledades plácidas y de infancia.
Muchas felicidades a los novios.
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