Una historia de Cáceres a través de sus objetos

Nadie puede escoger dónde nacer, ni siquiera los de Bilbao, por mucho que ellos insistan. El lugar donde nuestros ojos se abren por primera vez a la luz del sol está determinado únicamente por el azar o por la Providencia.

Un ´divino´ Cáceres 2016

Parking medieval de Cáceres

Mientras escribo estas líneas, más de ocho mil millones de almas habitan la Tierra. Algo más de noventa y seis mil lo hacemos en el término municipal de Cáceres. Algunos habréis nacido aquí, como lo hicieron vuestros padres, abuelos... A otros, distintos derroteros os habrán traído a este rincón de Extremadura: quizás el amor, quizás el trabajo, o, sencillamente, el destino.

Nos une una misma condición

En cualquier caso, a todos nos une la condición de ser hijos de Cáceres. Aunque pensemos, creamos o sintamos de manera distinta, somos convecinos en esta tierra donde transcurre nuestra existencia.

Desde que era niño, siempre he tenido fascinación por la Historia, y nacer en esta ciudad ha sido, sin duda, determinante para forjar mi vocación por el pasado. Uno de los recuerdos más nítidos de mi niñez es el asombro que experimentaba cada vez que cruzaba el Arco de la Estrella y entraba en el entramado de piedras doradas que conforman nuestra “parte antigua”. 

Desde Las 232

Los paseos de aquel chiquillo, escapado a deshoras de Las 232 para asomarse a las tapias del Cáceres pretérito, avivaron el deseo de conocer nuestro pasado común, de interesarme por saber quiénes habitaron aquellos palacios y casas y de recorrer las mismas calles que ellos pisaban siglos atrás. A estos paseos les siguieron las visitas recurrentes a museos y yacimientos arqueológicos, y, después, a sumergirme en viejos legados custodiados en archivos donde la tinta narraba el devenir de la ciudad.

Observación

La observación atenta a los restos del pasado, ha puesto ante mí numerosos objetos de todo tipo: monedas, estatuillas, documentos… Reliquias de nuestro ayer, que evocan distintas épocas, personajes y momentos históricos. A lo largo de las próximas semanas quiero hablarles de algunos de estos objetos y de su importancia en la formación de nuestra memoria colectiva.

Algunos les serán conocidos, o al menos le sonarán, porque son auténticos símbolos de la capital, como el “pendón de San Jorge”, la espada del General Ezponda o la presea con la que fue coronada la Virgen de la Montaña.

En otras ocasiones, detenernos en el elemento de alguna de las esculturas y monumentos visibles en nuestras calles, como, por ejemplo, el pergamino que sostiene “el indio” de la barriada de Moctezuma, será solo el pretexto para recordar algunos momentos trascendentales en el devenir de Cáceres.

La invitación

Les invito a acompañarme en un viaje que nos llevará hasta la Prehistoria, donde descubriremos los restos óseos del “primer cacereño”, un pequeño Homo sapiens que habitó hace 3.500 años en la cueva de Maltravieso. 

Nos adentraremos en la Norba Caesarina, cuyo orgullo romano ha quedado para siempre plasmado en la cornucopia de la conocida como “diosa Ceres”. 

Regresaremos a la Qazris musulmana observando la estrella de ocho puntas que se conserva entre las inscripciones almohades de la torre de los Pozos. Y habrá también espacio para describir objetos que evocan a momentos del tiempo presente, de los que muchos de ustedes, quizás, habrán sido testigos: la camiseta del Cáceres con las que ascendió a la ACB, el cartel del primer Womad… 

¿Me acompañan en este paseo? Vengan conmigo para adentrarnos en el pasado de Cáceres de una forma especial, un paseo donde cada objetonos contará una historia que nos pertenece a todos. 

Jorge Rodríguez Velasco es Graduado en Historia y Patrimonio Histórico por la Uex

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